Translate

domingo, 1 de mayo de 2016

CONCHA Y LAS GOLONDRINAS










LA GOLONDRINA

La casa de concha está justo en mitad del pueblo Torres Frías, El  lugar se encuentra a los pies del macizo central de los Picos de Europa. Es un valle precioso, encajonado entre dos grandes moles de Piedra, rodeado de una naturaleza exultante, ya que se mantiene prácticamente como desde que llegaron sus primeros pobladores. Vinieron a trabajar en una mina donde se sacaba oro, hace más de tres centenares de años. La mina se agotó y muchos se marcharon en pos del oro, pero otros tantos se quedaron y formaron una gran comunidad, asentándose a lo largo de todo el valle, formando un ramillete de bonitos pueblos entre ellos este,
La casa de Concha tiene una gran solana, donde antiguamente cuando vivía toda su familia  se ponían las mazorca a secar, En esta solana siempre hubo nidos de golondrinas, habías más que en los demás balcones, ¿por qué? Porque en las demás casas les destruían los nidos ya que son peligrosos para los humanos. A la familia de concha le encantaba que estuvieran allí, bien es verdad que siempre se tuvo gran cuidado a la hora de limpiar sus excrementos. Su padre era boticaria y un gran amante de las aves en general y sabía bien lo que había que hacer; como usar mascarillas, botas y guantes de goma y desinfectarse después bien las manos con un jabón especial, Concha sentía debilidad por ellasMáxime cuando por un fatal suceso hacia unos veinte años se quedó sola, sus padres y hermanos perecieron en un funesto accidente, cuando iba camino de la ciudad, Ella estaba enferma y se quedó al cuidado de una vecina.
Durante los primeros años una tristeza y frío interior se apoderó de ella, su únicas amigas eran las golondrinas, pasaba el invierno esperando que llegase la primavera y con ella sus queridas golondrinas, había tres nidos y durante la estación estival era un ir venir constantemente a la solana para saciar el hambre de sus crías.
Una de las parejas que llevaban por lo menos cinco años eran un tanto atrevidas, sobe todo la hembra, pue cada vez  se acercaba más  a Concha que permanecía largas horas sentada en su cómodo sillón en la solana, en algunas ocasiones se llevaba el pan que ella les dejaba a propósito. Así comenzó un juego que duraría todo el verano, Concha pudo observar como cada año las piruetas de las crías hasta que se deciden abandonar el nido, siempre ayudadas por su padres, y este año no podía ser menos y así todas las crías de los tres nidos echaron a volar casi al mismo tiempo, Pero en el nido de Cui que así había decido llamar a la golondrina un tanto descarada, había un pequeñín que no quería abandonar el nido a pesar de los intentos de su madre. Concha pronto se dio cuenta de que era un poco deforme y le pareció que no podía volar, Así que tomó una escalera y lo bajo, poniéndolo sobre una pequeña silla de la solana. Cui creo que entendió lo que pasaba y dejó de intentar que volase, pero si lo alimentaba, el pequeñín a lo largo del verano se fue haciendo grande pero a la hora de volar estaba muy limitado ya que no podía hacerlo ni muy alto ni muy lejos, a pesar de eso Cui siempre estaba con él. Concha pensó: que será de él cuando todas la demás golondrinas al final del verano, se colocaran en el tendido eléctrico como cada año y una vez que la golondrina guía remonta el vuelo todas las demás hacen lo propio formando una gran nube.
Cui la sacó de sus pensamientos piaba con fuerza, y Concha enseguida descubrió su desazón, la gata siamesa de la vecina se acercaba sigilosa hacia su cría que no escuchaba a su madre los gritos de alarma, Concha se levantó y espantó a la gata que huyo por el tejado. Cui y tao se pusieron sobre el regazo de Concha que se emocionó, allí estuvieron casi una hora, luego ambos se subieron al nido donde estaban ya los tres hermanos y el padre.
El final del verano llegó y se acercaba la hora de partir, Concha estaba expectante, ¡que ocurriría?, Las golondrinas fueron llegando al centro de pueblo y se fueron colocando en los alambres de la luz, estos poco a poco se fueron cubriendo de aves. Concha desde su atalaya veía el ir y venir de los pájaros, y por fin las suyas se ponían en marcha. Tao ni lo intentó, su padre y  hermanos volaron hasta lo alambres, pero no Cui, Esta se quedó junto a Tao en la barandilla de la balconada, Su pareja vino una y otra vez a buscarla animándola a volar hacia los alambres, pero Cui, nada, le animaba a él que volase con las tres crías, el dudaba e insistía, pero Cui no estaba dispuesta a abandonar aquella cría que tanto la necesitaba, ¡de pronto! toda la bandada emprendió el vuelo, su pareja lo intentó de nuevo, pero al fin se rindió y voló junto con sus tres crías mezclándose y perdiéndose de vista entre la nube de aves.
Concha se quedó sin habla no se lo podía creer, y pensó: este par no pueden pasar el crudo invierno en su nido, por lo tanto les haré uno junto a la chimenea, Cui enseguida entendió lo que Concha estaba haciendo y contribuyó trayendo barro, pronto el nido quedó terminado y Tao y Cui pasaron su primera noche en un nido nuevo y dentro de la casa, Concha estaba encantada, se pasaron un buen tiempo sobre su regazo, después se fueron al nido. Por la mañana temprano Concha abrió las puertas que dan a la solana y madre e hijo salieron por ella en pos de la mañana, Concha estuvo trajinando por la casa, también recibió la visita de Amelia y de Vicenta, poniéndolas al corriente de lo ocurrido, estas se maravillaron ante este hecho. Decidieron quedarse a comer y pasar la tarde con ella, y a eso de las cinco llegaron madre e hijo que habían estado todo el día por el campo. No se asustaron ante la presencia de las desconocidas y se colocaron en el regazo de Concha, ésta ya les podía pasar unos de sus dedos por las cabecitas se dejaban y hasta les gustaba mucho, pero pronto estas correrías no las podrían hacer pues no aguantarían el frío que baja del macizo, y la abundante nieve que cae sobre todo el valle incluido el pueblo, que quedaría cubierto por un gran manto de nieve blanca, ella como el resto del pueblo ya habían hecho acopio de comida y de todo lo necesario para pasar el crudo y frio invierno. Ahora era más fácil que hace años ya que se dispone de congeladores y de comida enlatada o precocinada que se puede conservar largo tiempo, así como la masa del pan que se compra congelado y lo haces tú a diario. Concha pensó también en las aves y compro piensos y comida especial para sus inquilinos.
Ya lo tenía todo preparado para recibir la estación más fría del año, pues aunque ahora todavía hace bueno en poco días todo se tornará oscuro y frio, el otoño traerá la lluvia y los fuertes vientos sacudirán los árboles de todo el valle. Así ocurrió, ¡de pronto! la mañana se tornó oscura Cui y su hijo volvieron a eso de la diez para no volver a salir, pues ya empezaba hacer frío, llegó el viento, la lluvia, la nieve, y Cui y su cría salían un poquito a la solana. La mayoría del tiempo lo posaban volando por el inmenso desván para no perder su práctica de vuelo, les encantaba el pienso y los insecto que había comprado Concha en una pajarería, Ambos estaban superfelices, se habían habituado muy bien a su nueva vida lejos del calor de las tierras cálidas donde se encontraban su padre y pareja y hermanos e hijos. La convivencia fue magnifica, Concha les hablaba y les dejaba volar por toda la mansión, pronto aprendieron hacer sus necesidades en los papeles que Concha tenia distribuidos por la vivienda. El afecto entre ambos se hizo patente, Concha era la mujer más feliz del mundo y las aves estallaban de felicidad junto a Concha.
El invierno paso, y llegó la primavera con su estallido de colores y aromas mil. Y por el horizonte; Concha vio venir una bandada de golondrinas, Cui y Tao se pusieron sobre la barandilla de la solana, sus movimientos eran nerviosos, subían y bajaba de la baranda, se acercaban al nido, volaban unos metros hacia afuera y se volvían a posar, y por fin llegaron. La pareja y dos de sus crías, faltaba una, Cui les hizo un recibimiento glorioso que fue devuelto por su pareja e hijos. La algarabía que se formó en la solana era indescriptible, después de un buen rato los hijos partieron hacer su nido para procrear  Cui con su pareja subió al nido, Tao en cambio se quedó en el de la casa.
Y de nuevo el verano con sus idas y venidas, aunque este año era distinto Concha se dio cuenta que Cui y Teo no habían criado, aunque ambos seguían cuidando de Tao, los tres entraban en la casa Teo se había acostumbrado también a la presencia de Concha, y se posaba, no sobre el regazo sino en el hombro.
Y de nuevo el verano finalizó y se repitió  la historia de siempre, pero esta vez Concha observo que Teo al no tener crías que cuidar en el largo periplo de cruzar el atlántico, permaneció al lado de Cui y de Tao. Todas las golondrinas remontaron el vuelo y la gran nube negra se perdió por el horizonte.
Os diré que las golondrinas suelen vivir nueve años, pero las de Concha que nunca más partieron hacia las tierras cálidas, llevan ya catorce años junto a ella.
Y colorín colorado esta historia se ha terminado
FIN
A.R.G.