CUENTO DE LAS TRES PELUSAS
Hola, somos tres
pelusas, estamos un poco gordas pero somos de las blanquitas, vamos dentro del
mundo de las pelusas de la limpias.
Nos conocimos en el mes de abril, cuando una de las múltiples
ráfagas de viento que se desatan en esta época nos arrancó de donde estábamos.
Volamos por tejados, calles y jardines y al final fuimos a parar a la terraza
de doña Virtudes, señora maniática donde las hubiere, se pasaba el día y parte
de la noche limpiando cada rincón de su casa y terraza.
Aterrizamos casi al mismo tiempo, enseguida conectamos y nos
hicimos inseparables, ocupamos un rinconcito que nos protegía tanta del sol como
de la lluvia, recorríamos toda la terraza, andábamos entre las múltiples
macetas y rosales.
Desde nuestra atalaya podíamos ver y oír todo cuanto acontecía
en el inmueble. Así nos enteramos que doña Nieves, vive sola con un gato llamado
Pin yin. Florencio y Maruja son matrimonio y no tienen hijos, doña Berta vive
con su perra labrador llamada Luna, es viuda, tiene dos hijos pero hace años
que no vienen a verla, viven en América, a veces le llega alguna carta y ella
se emociona y se lo comunica a todos los vecinos a través de las ventanas que
dan a la terraza. También forman parte de esta gran familia Rufo y Maruja, ya
están jubilados, ambos eran maestros, tiene cuatro hijo, estos si que vienen
mucho por la casa, son buena gente, Pepe
vive con un hermano los dos son solteros, uno fue funcionario en correos y el
otro fue secretario de ayuntamiento, ambos jubilados, con un alto poder
adquisitivo, son los más desahogados de toda la comunidad, pero no por ello
dejan de relacionarse con el resto del vecindario
excepto con la Virtudes a la que nadie traga y por último Mayi y Fernando,
matrimonio joven con tres hijos de corta edad, que son los que arrojaban todo
lo que encontraban a la terraza de doña Virtudes, por lo tanto sus padres para
evitar encontronazos con la susodicha colocaron tela metálica en la ventanas,
pero aun así como cayera algo se encolerizaba. La vecindad ya pasa de ella y de sus amenazas continuas, en el fondo les da pena de ella, tiene una existencia tan pobre y vacia,
Así que nosotras teníamos gran cuidado que no nos viera, pero
una mañana de agosto bajamos la guardia
¡horror! Sin darnos cuenta estábamos las tres metidas en una bolsa
trasparente camino no sabíamos de dónde ¡de pronto! Se paró en seco y sacándonos
de su bolso nos mostró a un agente, ¡estábamos
en una comisaria! La Virtudes discutía y discutía con todo el que se iba
encontrando en los distintos departamentos por los que íbamos pasando, a nosotras nos
zarandeaba y mostraba continuamente, estábamos súper mareadas. Cuando... se abrió
la puerta de un despacho, era el del comisario, que dando un puñetazo en una
mesa dijo: al que vuelva a mencionar algo sobre unas puñeteras pelusas lo
empapelo, y a usted señora o se va inmediatamente o la llevo al calabozo, y cogiendo
la bolsa la tiró con rabia a una papelera. La Virtudes se fue la mar de enojada
y sin rechistar.
En cuanto a nosotras tuvimos la gran suerte de que la bolsa
se rompiera y pudiéramos salir. Con disimulo nos acercamos a la puerta y en
cuanto esta se abrió salimos a las calle. Una suave brisa nos elevó pero nos
faltaba un poco para llegar al alero. Habíamos descubierto un lugar que nos serviría
de refugio tanto si llovía como si hacia sol, así mismo aunque se levantara un
gran vendaval no nos arrastraría, pero no llegábamos por lo tanto tuvimos que
suplicar a la brisa que nos elevara un poco más y está así lo hizo y nos depositó
en aquel lugar privilegiado. Desde donde podíamos otear una inmensidad de
terreno y además en todo aquel territorio ocurrían infinidad de cosas con lo
cual nosotras podíamos cotillear y divertirnos de la mañana a la noche, cerca
de nosotras había un nido de jilguero con tres crías, la pareja nos deleitaba
con sus cantos armoniosos. Definitivamente nos gustaba el lugar. Vimos venir a
la comisaria varias veces a doña Virtudes, pero la pobre siempre salía escaldada.
Fin
A.R.G.