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domingo, 5 de abril de 2015

LA CIUDAD DE LOS GLOBOS PERDIDOS


GloboAerostatico







La a ciudad de los globos perdidos:


Fui un globo feo. Era de color marrón oscuro y gris y tenía una forma cúbica muy rara. Por eso, aunque recorrí varias ciudades y ferias, ningún chiquillo me quería.


Todo cambió en la feria de San José, en Valencia, cuando de repente un niño gritó: -¡Papá, papá quiero ese globo!- Y aunque sus padres no estaban por la labor, el niño se salió con la suya. Yo me sentí henchido de alegría. ¡No me lo podía creer!


Así pase a formar parte de la vida de Jairo, un niño de siete años, dicharachero, alegre, y muy obediente. Cuando salía del colegio y hacía sus tareas, siempre corría a jugar conmigo. Estábamos juntos hasta la hora de acostarse. Comprenderéis que me sintiese en el séptimo cielo. ¡La espera había valido la pena!


Pero todo cambió una noche ventosa. Jairo llegó como siempre, corriendo, y abrió la ventana para mirar algo que le llamó la atención. Echó una ojeada afuera y se marchó olvidando cerrarla. Entonces, una suave brisa comenzó a entrar en la habitación y poco a poco  me fue empujando hacía la ventana. Yo intenté que el cordel se enganchase con algo pero mis esfuerzos fueron inútiles. Me deslicé al exterior justo en el momento en que Jairo regresó. Vi su cara de susto, de tristeza, las lágrimas que se deslizaron por sus mejillas. Intentó cogerme pero fue en vano. Empecé a elevarme y todo se fue haciendo más y más pequeño hasta que ya sólo pude divisar pequeños puntos casi imperceptibles.



En ese momento me di cuenta de que estaba solo en el espacio. El miedo se apoderó de mí ya que jamás había estado tan lejos de todo sin nadie alrededor. Miré a un lado y a otro pero no vi nada, debajo de mi  únicamente había espacios vacíos. Por encima de mí, sin embargo, la visión era bien distinta: un manto de millones de estrellas rutilantes cuajaban el espacio, pues era una noche hermosísima bañada por la luz de una luna llena que estaba en su cenit. Esta visión me trajo la calma y el miedo despareció.

Pero seguí subiendo y entonces me di cuenta que la hecatombe estaba a punto de ocurrir. ¡Si continuaba avanzando me desintegraría! Los pensamientos se agolparon en mi mente y decidí que debía ser feliz por haber vivido como lo hice y por haber formado parte de la vida de Jairo.



De pronto cuando creía que todo iba a acabar algo tiró de mi cordel hacia abajo, ¿Qué fue?


Poco a poco fui bajando y me encontré con un objeto de forma ovoidea, a mi parecer más feo que yo. La cosa me dijo -¿Estás perdido, no? A estas alturas nadie viene a dar una vuelta- y me envolvió en una especie de halo desde donde partimos a otro lugar. Estaba asustado, así que después de un rato me atreví a preguntar -¿A dónde vamos?- Entonces me contestó -¡A dónde vamos a ir, a la ciudad de los globos perdidos!-

Llegamos justo al amanecer. Las luces de la noche yacían en retirada y por el horizonte infinito asomaban con timidez los rayos del sol que poco a poco se expandirían todo poderoso por los cinco continentes.


Lo vivido por la noche en el cuadro estelar no fue nada comparado con lo que se presentó ante mis ojos. El alba iba entrando con una belleza exuberante ofreciendo un espectáculo único de luz y color. Es difícil describir los paisajes que vislumbré: ríos de aguas purísimas que discurrían entre flores maravillosas, miles de mariposas de colores imposibles,  cascadas de polen que bajaban desde las alturas del horizonte coronadas por graciosos  arco iris… Y en medio de todo eso, miles de globos de colores que eran un estallido de luces fulgurantes y que se movían graciosos en tan singular paisaje.


Le pregunté a mi nuevo amigo su nombre y cómo habían llegado hasta allí los  otros globos, las flores y las mariposas. Me respondió: - Mi nombre es Lestrus y siempre he vivido aquí aunque al principio esto fuese un lugar triste y oscuro. Todo cambió el día que apareció un globo aerostático con un pasajero. Estaba en muy malas condiciones pero decidimos ayudarlo para que no desapareciese. Sus colores chillones iluminaron nuestro sector trayéndonos alegría, así que decidimos escudriñar el universo en busca de más globos, y poco a poco esto se fue poblando. Ellos trajeron en sus lomos a las mariposas que se posaban en ellos para descansar y al final se quedaron para hacerles compañía y de esa forma llegó también el polen que pronto se adueñó del terreno.



Te preguntarás ¿Qué ocurrió con el pasajero del globo? Si miras sobre aquella colina verás a un ser muy raro que dice ser un habitante de la tierra que está debajo de nosotros. Aunque le ofrecimos volver a su casa, decidió quedarse, pues dice que es el lugar donde realmente se siente feliz. Y es que aquí no hay tiempo .ni estaciones, aquí no pasan los años,  Se alimenta de un néctar especial que sale de una pequeña gruta y bebe el agua de los ríos que es mucho más pura que la de donde él habitaba. Tiene una vida perfecta.

A medida que escuchaba a Lestrus me sentía más y más feliz. ¡Yo también quería esa vida idílica! Así que cuando Lestrus me preguntó: -¿Qué, te quedas con nosotros o vuelves al planeta azul?- no pensé mi respuesta y grité alto y claro ­-¡Me quedo, quiero disfrutar de la ciudad de los globos perdidos pues es como un sueño hecho realidad!-.



A.R.G.,