Faro de Cabo Mayor Cantabria
EL
FARO
Estaba erguido sobre aquella
roca elevada hacia el cielo como una espadaña mirando la noche con su
estructura redonda desafiando las tormentas. Los gritos del agua al chocar
contra él, parando el viento desde su anclaje al suelo, oyendo el bramido del
mar que en las noches de tormenta, viento, agua, te hace sentirte pequeño y en tu
interior tienes miedo. Sabes o crees que esta seguro en tu faro.Yo soy el
farero, la persona que vivo aquí, y desafió a los elementos. Pero me siento
bien cuando logro que el barco perdido llegue a puerto.
Hoy
la noche está oscura y de las profundidades del mar llega un canto lastimero,
las aguas se revuelven furiosas, se agitan, se encrespan y rompen con
rotundidad sobre el acantilado, formando olas de vaporosa espuma, entre
relámpago y relámpago diviso el blanco de la cresta de la ola, y mientras, el
mar ruge con fiereza, en el espigón se respira el miedo. Todas las miradas van
hacia la bocana del puerto, el Corchete es el único barco que aún no ha
llegado. Desde mi atalaya, trato de escudriñar esa inmensidad negra, la luz de
mi faro no da para mas, todos mis intentos son vanos, oigo el triste canto de
su sirena, pero no lo veo, es imposible salir a su encuentro, solo nos queda
rezar y esperar. En esta noche larga oscura y desapacible vienen a mi memoria
otros naufragios, en los que nadie quedó de aquella tripulación que salio a la
mar cargada de esperanza para encontrar un buen banco de atunes y así regresar
a casa con los suyos, pero todos esos sueños se los arrebató este mar, que los
mismo se muestra bello, sereno, majestuoso, y lleno de color, azul o verde como
un millón de esmeraldas depositadas en sus fondos esperando esos días de sol
intenso para hacerlas brillar con toda intensidad, o como hoy, día de galerna
negra, cruel, devastadora, olas de cinco o seis metros que se estrellan contra
el rompeolas haciendo añicos todo lo que se encuentra a su paso, desguazando
barcas de alas blanca que dieron el sustento a tantas familias, o esos barcos
de sesenta metros de eslora que navegan ligeros al gran sol o a Finlandia, y
regresan con sus bodegas llenas de los frutos del mar. Pero todos estos tesoros
que guarda este mar, tienen un precio, y es que a pesar de los faros que te guían
para mostrarte el camino de casa, muchas veces no es suficiente. El mar muestra
su bravura incontrolada, y deshace un barco en pocos minutos, solo con un par de
embestidas mortíferas que caen sobre las cuadernas mandando al pecio con todos
sus tripulantes al fondo.
La
sirena del Corchete se oye lastimera ora aquí ora allá, en una de las ráfagas
de mi faro y escudriñando la noche con ojos de águila; por unos segundo he visto
al barco, se me ha helado la sangre, su visión era aterradora, semi desguazado ¿Dios
Dónde están los hombres? Hago sonar mi sirena con insistencia, desde el puerto
me siguen todos los que allí se encuentran, han encendido linternas y hacen
sonar todo tipo de artilugios. Pues si aún están vivo es una manera de guiarles
en esta noche negra oscura y tenebrosa como la misma muerte. Transcurren unos
interminables minutos, y por fin veo cerca de Punta Blanca a tripulantes no sé
aún cuantos, y resuena la sirena del faro, y la lancha del guardacostas ha
llegado y pone rumbo hacia donde la luz del faro le indica, su potente luz se
pierde entre el oleaje, pero poco a poco se va acercando hacia los náufragos,
que están a merced de ese mar enfurecido. En el muelle todo es ansiedad, pues
hasta que no estén en tierra no se le ha ganado la partida al mar. El barco de
rescate recoge a cinco de los ochos tripulantes, Toñin el de la Maruja se cayó hace una
hora. Lleva el chaleco puesto pero en una noche como esta nada se puede hacer,
solo rezar para que aguante hasta el amanecer. Jacinto se perdió con la primera
embestida y Balín se tiró a por él pues el otro no sabia nadar y él si.
En
el muelle todo son nervios, lágrimas, alegrías, pero también tristeza y
desesperanza, por los tres que no han regresado. Aun con todo no se les dará
por perdidos, y al amanecer se reanudará su búsqueda, el faro les seguirá
llamando lo que queda de noche.
Ya
ha amanecido y la búsqueda ha comenzado de nuevo con los primeros rayos del
alba, han pasado dos largas horas, cuando el Virgen del mar ha descubierto algo
a estribor, ponen las maquinas a todo vapor y cuando se acercan se encuentra a Balín
sujetando a Jacinto y a su vez agarrados a un tablón, casi sin fuerzas esboza
algo parecido a una sonrisa. Pronto son izados al pesquero, y atendidos por los
sanitarios de abordo, la sirena suena y en el pueblo saben que ha encontrado a dos
pero…… ¿Quiénes serán?, la alegría la angustia vuelven otra vez, las familias
de los dos marineros no pueden expresar todo el júbilo de encontrarse de nuevo
con ellos, han sabido resistir, al frío a miedo a la oscuridad, pero aún falta
Toñin, el más veterano de todos, el que más años lleva en la mar, pero todos
los esfuerzos han sido infructuosos. Han pasado dos largos días. La campana de
la pequeña ermita dedicada a la advocación de la Virgen del Carmen tañe
lastimera todo el día, los acantilados y playas están cubiertos de deshechos
empujados por ese mar enloquecido, es un paisaje dantesco, !y de pronto¡ un
pescador de Cabo faro, ve algo, un chaleco y parece del Corchete, junto a su
perro corre al lugar, y se queda estupefacto, allí yace Toñin maltrecho, pero vivo, le envuelve con su
zamarra, y corre en busca de ayuda, pronto la noticia corre como la pólvora,
llegan refuerzos y lo trasladan hasta el hospital más próximo. Está deshidratado,
magullado y aterrorizado, pero vivo, va relatando como una ola gigantesca lo
elevó, lo vapuleó, reventó su chaleco,
pareció que le daba un abrazo tan fuerte que quería partirlo en dos y cuando
estaba a punto de sucumbir bajo la pesada carga de millones de litros de agua,
vio como una ola de espuma, lo elevó
sacándolo de aquel infierno infinito depositándolo con suavidad sobre algún
punto de tierra. Cuando recobró la consciencia, pensó que esta muerto, pero
pronto descubrió que estaba sobre un montón de algas arrancadas por la furia
del agua de su lecho marino, haciendo así que su caída fuera liviana. Y pensó
que él, que amaba y respetaba a ese mar bravo devastador y cruel unas veces,
pero sereno, bello, como una mujer que te atrapa y seduce, que no te puedes
alejar a pesar de todo, no podía castigarle así, y seguirá repestándolo,
amándolo, y sufriéndolo hasta el fin de sus días.
De
nuevo la vida ha vuelto a sonreír en estos pequeños pueblos de pescadores, que
oliendo a brea, dejan sus miedos en las playas, cuando en sus barcas se hacen a
la mar.
FIN A.R.G.
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