Esta semana pasada estuve en el
pueblo de Armando, como todos, o casi todos, pequeñito y recoleto, muy
familiar, donde todo el mundo comparte todo.
La
María señora mayor como de noventa años o más, me enseño a hilar, aún
conserva su vieja rueca, yo solo las había visto en alguna exposición,
me va hacer un jersey de lana de oveja, yo he dado los primeros pasos,
aunque creo que lo mío lo tendrá que quitar. Así mismo subí con Alfredo
su hijo a recoger setas, había muchas, pero no todas se podían coger, no
porque fueran malas que también las había si no porque son sosas y no
saben a nada, y al cocinarlas se quedan duras, cogimos bastantes, él
llevaba un cestuco de dos tapas y con sumo cuidado las echaba, yo creo
que cogí siete u ocho, pero cuando llegamos Armando fue el que las
cocinó, estaban exquisitas, en mi vida he comido algo tan rico,por
supuesto hecho en la cocina de leña, cené también un huevo frito de sus
gallinas, acompañado de unos pimientos de la huerta y patatas de la
misma. Al día siguiente temprano nos levantamos Armando Pedro su hijo y
yo, para ver el avista miento de aves, me fueron dando el nombre de cada
una de ellas, también vimos una piará de jabalíes y a eso de las doce
regresamos. Concha la mujer de Armando estaba elaborando queso, yo me
presté ayudarla, todo se hace a mano, hay que separa el suero luego
amasar lo que queda lavar y dar forma y así dejar curar unos y otros
comerlos fresquitos con dulce de membrillo, que también lo hacen ellos.
También
salí a pasear a lomos de un caballo manso, en mi vida había montado
uno, fuimos por un sendero de abedules, robles, hayas y encinas, así
mimo el río discurría rápido, rabioso, en una loca carrera hacia el mar.
Pasé
un fin de semana feliz, disfrutando del paisaje, costumbres
ancestrales, que guardan celosamente, y comiendo productos de la
huerta, fertilizado con abonos naturales.
En fin que la próxima semana iré al pueblo de Rufo, ya os contaré.
A.R.G