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lunes, 30 de julio de 2012

La Bolerona de Puente San Miguel Cantabria España

«La “Bolerona” de la Robleda, debe reafirmar su historia»

AUTOR:
Manolo Haro.
FUENTE:
Revista Los Cántabros Nº 2.
FECHA:
2004.


“Jamás un espacio geográfico ha condensado tanta historia y ha representado tanto para la actividad bolística cántabra, como el contenido entre “La Robleda”, de Punte San Miguel y “La Llama”, de Torrelavega. Se puede decir que ha sido y que sigue siendo el corazón lúdico de Cantabria”. (Julio Braun).

Cuando uno se enfrenta al inicio de una lectura con una introducción tan prometedora, no puede por menos que plantearse un reto: no detenerse hasta el final.

Vaya por delante que Julio Braun Trueba, es un cántabro con “pedigree”. Tan cántabro que juega a los bolos, como nadie. Bueno, ahora un poco menos porque, además, es Presidente de la Federación Cántabra de Natación. A lo nuestro: los bolos. Y es que, como queda dicho, Julio Braun le pegaba bien: buen brazo, birlador… completo, vamos.

Pero un buen día, me sorprende con un libro, cosa que no resultaría tan chocante, si no fuera porque aquel bigotón que adornaba un rostro bonachón de un tío tan campechano - ¡o más! -, como aparentaba, escondía una faceta desconocida: escritor.

Era su primer trabajo literario y que -no podía ser de otra manera-, estaba tan relacionado con nuestro deporte, que su título así lo confirmaba: “Bolos y cultura. Aportación al origen y desarrollo de los bolos en Cantabria”.

Una formación de la Peña “Darío Gutiérrez”, con ilustres nombres (algunos lamentablemente desaparecidos), que contribuyeron a llenar La Robleda: Arturo Mallavia, Nani, Gelín Ríos, Manolo Gándara y Maxi Vélez.

Fue una agradable sorpresa tener entre las manos un verdadero “mamotreto” que, sin embargo, se dejaba leer.

A partir de ahí, comienza una especie de metamorfosis y empezamos a cambiar la imagen del tiro de 18 metros, con raya al medio, a la mano, encachi que vale 10, por el Licenciado en Geografía e Historia por la UC y Diplomado en Deportes Autóctonos por la UIMP, entre otros.

Por eso, nos extraña menos que su quinto trabajo haya llegado a nuestras manos con la introducción que ya conocen.

Nos extraña menos porque su producción literaria no ha hecho más que comenzar.

Y en estos días, me daba a mí que llegaba como caído del Cielo, porque ante la vorágine de ligas nacional, regional; concursos y campeonatos de toda índole, nos renace el deseo de que “La Bolerona” de Puente San Miguel, reafirme su historia.

Con Julio Braun cambiábamos impresiones. Cuando me trajo el libro, echamos una parladuca donde los bolos eran el tema de conversación. Los bolos y, sobre todo, “La Bolerona”.

Recuerda Julio en su libro, que “…nuestra historiografía regional, encadena tres hechos conocidos como El Pleito de los Valles, Las Juntas de Puente San Miguel y Los orígenes de la Provincia de Cantabria, que consolidaron gran parte de nuestra idiosincrasia…”. Esta localidad, continúa la descripción, “…ha tenido como centro antropológico un rincón poblado de arbolado autóctono, situado junto al recinto destinado a las ferias de ganado y el ancestral río Saja que todos llaman La Robleda, donde se encuentra ubicado un corro de bolos, testigo y representante de una actividad emanada de un viejo estilo de lanzamiento y puntería montañés, construido a semejanza del revolgo de la vecina Santillana, que mostrara su grandeza con un indiano cubano y un aristócrata local, llamados Darío Gutiérrez y Marcelino Botín”.

Esa bolera sigue aquí, con nosotros. ¡Faltaría más! Sobrevive a un proceso evolutivo de recintos cubiertos que, eso sí, Julio coincide en que sirven para garantizar el juego a pesar de la lluvia, algo consustancial con nuestra tierra.

“Pero no se puede comparar -dice Braun- estar sentado en la pared, bajo los robles centenarios, en pleno verano, disfrutando de su sombra y de un partido de bolos”. Además -insiste-, “Puente San Miguel es la confirmación histórica, según documentación, que tiene como base dos procesos entablados por las polémicas desatadas en esta misma localidad, el 22 de abril de 1792 y en Quijas, el 24 de julio de 1807”.

Panorámica de la edición de Agosto de 1980, del Memorial “Marcelino Botín”.

Manteniendo “La Bolerona” como elemento irrenunciable de nuestra charla, Julio Braun no puede evitar un lamento que tiene que ver con el “atasco” del mejor corro de Cantabria.

“Y es que -dice-, coincidiendo con los primeros años del desarrollo español, se intentará, en el ámbito provincial, una reconducción de la política deportiva, como hemos visto a través de la fórmula liguera. A la llamada del ente federativo acudirán diversas localidades, pero entre los grandes ausentes se encuentran los hombres de Reocín, principalmente los de Puente San Miguel, donde se padece un cierto desinterés organizativo, al carecer de una persona que canalice las aspiraciones deportivas de su masa aficionada, a pesar de que se siguen realizando desafíos y se mantiene la memoria de don Darío con un gran certamen anual”.

Sin embargo, no se olvida una época en la que La Robleda tuvo en el año 1978, un referente en Helguera que contribuyó a potenciar, en la mediada de lo posible, una peña que compitió en clara desventaja -deportiva y económica-, con otras cercanas. No se olvida a sus componentes: Manuel Sousa, Julio Cebada, Arturo Mallavia, Miguel Pérez y José Antonio Franco.

Casi al lado, la peña “Santa María del Sel” aglutinaba, nada más y nada menos que a José Antonio Sáiz, “El Belga”; Benito Fernández; Santos Fidel Ruíz y Miguel García. Este último, de Puente Nansa, la auténtica alegría en las boleras y fuera de ellas.

Fueron buenos tiempos. Y si no tanto como hubiera sido deseable, sí contribuyeron a recuperar parte de la ilusión perdida. De ahí que echemos en falta una reafirmación de la historia bolística de Puente San Miguel. Julio Braun da muchas pistas en su libro, que nos ha servido de base para esta sencilla reflexión.

Sobre todo, atraídos por el sugerente título del mismo, que habla por sí sólo: “De la Robleda a La Llama. La tradición oculta”.

Con permiso del autor y pecando, tal vez, de cierto egoísmo “patriochico”, invertiríamos el camino, para terminar, precisamente, en “La bolerona”. Un corro donde actualmente deambula un animoso grupo de chavales que intenta, con suerte esquiva, a veces, escalar posiciones en busca de una categoría que por historia merece, pero que por limitaciones se nos antoja bastante lejana… por ahora.