Tres meses sin salir de casa. Si hace un año, qué digo seis meses, me hubiesen dicho que iba a estar todo ese tiempo confinada sin poder salir a tomar mis vinitos, sin acercarme por las tiendas o simplemente sin pasear y tomar el aire, me hubiese reído en su cara.
Y es que hemos vivido un tiempo extraño, en el que nos han cambiado los hábitos y las costumbres (una prueba, la falta primero de papel higiénico y después de harinas y levaduras en los supermercados). Un tiempo que nos ha permitido pensar y reflexionar, y darnos cuenta de cuánto nos gusta la calle a los españoles.
Porque sí señores, a los españoles nos gusta mucho la calle (a mí incluida). Nos encanta eso de estar “todo el día al fresco” como decía mi abuela. ¡Qué placer más grande eso de salir a hacer un recado y encontrarte con Fulano y Mengano y departir sobre cualquier cosa! ¡Qué gusto arreglarte para salir a tomar un blanco y unas rabas un domingo por la mañana! Por no hablar de poder coger el coche y escaparte un fin de semana a visitar cualquier rincón de nuestra provincia. O tomarte un café con tus compañeros cuando sales de trabajar. Cosas cotidianas antes, y que ahora vivimos como si de un lujo se tratase.
Algunos expertos dicen que el confinamiento nos ha hecho “mejores personas”. Que ahora valoramos mucho más las cosas y los momentos. Y yo creo que es verdad. Ahora estamos deseando hacer cualquier mandado. Ya no dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy. Hemos dejado a un lado la pereza por ponernos guapos/as y nos hacemos unos conjuntos que ya quisieran muchos estilistas. Y cualquier rincón, en cualquier calle, nos parece maravilloso y digno de admirar.
Lo hemos echado de menos. Ahora por eso nos toca disfrutar del buen tiempo que viene. Eso sí, en la calle, que bastante casa hemos tenido ya este año. Y además, no se olviden, el invierno está a la vuelta de la esquina y aquí en Cantabria es una estación muy larga.